Mucho es lo que se habla, a favor y en contra, de los aciertos y desventajas del sistema socialista cubano. Sin embargo, no es menester en esta nota, acrecentar dicha polémica sino más bien, intentar contribuir a la comprensión de uno de los puntos más controvertidos del debate: su organización política.
Sin ánimos de “objetividad" o “imparcialidad" (pues, en caso de que existiese alguna temática en la que aquello resultase posible, no es precisamente la que nos amerita) introduciremos, entonces, una mirada cuidadosa acerca de su sistema político y social.
Para ello, es necesario hacer alusión, en primer término, a la innegable resistencia que ha mantenido Cuba durante estos 50 años. Pues, entendemos que un país embargado económicamente por EEUU y atacado ideológicamente por los grandes conglomerados mediáticos del mundo que conspiran contra su supervivencia, puede mantenerse de pie en razón de tres factores fundamentales: la indiscutible lealtad del pueblo, la sólida independencia consolidada a nivel mundial en razón del tercero de los agentes, la efectividad de la planificación del programa de gobierno implementado, con sus respectivas y necesarias reformas, desde hace medio siglo.
La base del régimen de gobierno cubano descansa sobre los denominados Comités para la Defensa de la Revolución (CDR), los cuales, constituyen un factor clave, pues la participación democrática que en éstos se alcanza, se reproduce, además, en cada una de las instituciones restantes: Educación, Salud, Deporte, Seguridad Social, etc.
Como es bien conocido, dicho modelo político no se basa en un sistema de partidos que compiten, a través de millonarias campañas electorales, por obtener mediante el consenso del electorado al que "representan" un lugar en el poder.
Los CDR constituyen un sistema de “vigilancia colectiva revolucionaria” surgido en las postsimetrías de la revolución de 1959 y mantenido hasta el momento. Éstos se encuentran distribuidos en circunscripciones, cada una de las cuales posee un delegado, voluntario, el cual, luego de haberse propuesto en una lista pública de electores, es elegido en la Asamblea de su municipio para integrar el Consejo popular de su zona. A su vez, cada distrito electoral, conformado por un conjunto de circunscripciones, elige a los diputados provinciales y a los de la Asamblea Nacional, de la misma manera. Además, todos los candidatos elegidos en la Asamblea Municipal deben ser sometidos a las elecciones del electorado de su respectivo distrito.
Dichos candidatos son dos como mínimo y ocho como máximo, revocables en forma permanente y, para ser elegidos, deben obtener más del 50% de los votos sin ningún tipo de campaña electoral en su favor. Cabe destacar, también, que los funcionarios, ya sea que ocupen los primeros escalones de la pirámide o los últimos, no son políticos "profesionales" ni cobran remuneración alguna por cumplir con su labor de mediar entre los órganos inferiores y los superiores de gobierno, sino que lo hacen para cumplir con la designación que le ha otorgado su vecindad, teniendo además la obligación de rendir cuentas de sus actos y de contribuir a resolver las problemáticas que diariamente se presentan en la circunscripción a la que pertenecen.
De aquí se deduce que, el carácter democrático del sistema está concebido de manera tal que resulte efectivo, no obstante, aquello depende de la participación consecuente del conjunto de la ciudadanía, la cual no sólo concurre a las urnas en forma masiva sino que lleva inculcada la cultura participativa que se trasluce en sus actos cotidianos de todos los días.
Aquí surge el interrogante acerca de cómo se ha logrado la efectiva participación de la comunidad, en general. Ciertamente, no hay una única respuesta genuina a la cuestión, pero podemos ensayar algunas conjeturas.
Quizás el involucramiento, de la gran mayoría de los ciudadanos cubanos, se deba al sentimiento de pertenencia de un pueblo desinteresado por los beneficios personales y convencido en que los problemas de fondo sólo pueden resolverse de manera colectiva.
O, tal vez se deba a la miopía de Estados Unidos, que sostuvo (y aun sigue asumiendo) el bloqueo económico, con el fin de generar en los habitantes un descontento capaz de derrocar a Fidel Castro y obtuvo como resultado un recrudecimiento del nacionalismo, a lo largo y a lo ancho de la isla, y un efervescente aumento del antiimperialismo hacia su propio país.
Desde nuestra perspectiva, un pueblo que participa es un pueblo que nota que su esfuerzo y compromiso sirven; que se siente parte de los problemas que acechan a la revolución y es por eso que se solidariza para intentar resolverlos. Y, no sólo es consciente de las dificultades que acarrean al país (aspecto para nada menor a la hora de entender el porqué de las cosas) sino que posee la fuerte convicción en la honestidad y experiencia de sus representantes para salir a flote, en las peores circunstancias.
Por último, no podemos obviar la incidencia de la paridad de oportunidades, tanto en el nivel económico como en el ámbito educativo, en relación con la posibilidad de destinar un gran espacio a la formación sociocultural y a enriquecer el acervo de cocimientos que da lugar a las opiniones políticas imperantes sin los condicionamientos propios de la desigual adquisición de capital material y simbólico.
Por todo lo dicho anteriormente, consideramos que para sacar nuestras propias conclusiones acerca de los pros y los contras del sistema cubano no es posible establecer comparación de ningún tipo con la mayor parte de los países del globo, en los cuales reinan otros valores, se vive en situaciones muy diversas, predominan otras concepciones, se tiene por detrás (y por delante) otra historia, otros parámetros que, no es fácil ni justo equiparar en forma apresurada.
Sin entrar en la discusión acerca de si es posible o no la “democracia”, entendida desde la concepción liberal y en el marco del capitalismo hegemónico a nivel mundial (cosa que no presumimos posible, principalmente por la exclusión de las mayorías del acceso a los derechos básicos que dignifican la vida humana) esperamos haber reseñado al menos una pequeña dosis de información que permita esclarecer algunas cosas y abrir nuevas preguntas sobre una temática que, concebimos, excede las fronteras de Cuba.
Sin ánimos de “objetividad" o “imparcialidad" (pues, en caso de que existiese alguna temática en la que aquello resultase posible, no es precisamente la que nos amerita) introduciremos, entonces, una mirada cuidadosa acerca de su sistema político y social.
Para ello, es necesario hacer alusión, en primer término, a la innegable resistencia que ha mantenido Cuba durante estos 50 años. Pues, entendemos que un país embargado económicamente por EEUU y atacado ideológicamente por los grandes conglomerados mediáticos del mundo que conspiran contra su supervivencia, puede mantenerse de pie en razón de tres factores fundamentales: la indiscutible lealtad del pueblo, la sólida independencia consolidada a nivel mundial en razón del tercero de los agentes, la efectividad de la planificación del programa de gobierno implementado, con sus respectivas y necesarias reformas, desde hace medio siglo.
La base del régimen de gobierno cubano descansa sobre los denominados Comités para la Defensa de la Revolución (CDR), los cuales, constituyen un factor clave, pues la participación democrática que en éstos se alcanza, se reproduce, además, en cada una de las instituciones restantes: Educación, Salud, Deporte, Seguridad Social, etc.
Como es bien conocido, dicho modelo político no se basa en un sistema de partidos que compiten, a través de millonarias campañas electorales, por obtener mediante el consenso del electorado al que "representan" un lugar en el poder.
En Cuba, es hacia el interior del partido Comunista Cubano (PCC) que el pueblo propone, escoge, vigila y revoca, si es necesario, entre las diferentes candidaturas. Hasta aquí, más o menos, es historia conocida. Qué sistema es mejor, para quiénes, qué tipo de participación promueven, etc. son interrogantes que no podemos respondernos sin antes ultimar algunos detalles.
Los CDR constituyen un sistema de “vigilancia colectiva revolucionaria” surgido en las postsimetrías de la revolución de 1959 y mantenido hasta el momento. Éstos se encuentran distribuidos en circunscripciones, cada una de las cuales posee un delegado, voluntario, el cual, luego de haberse propuesto en una lista pública de electores, es elegido en la Asamblea de su municipio para integrar el Consejo popular de su zona. A su vez, cada distrito electoral, conformado por un conjunto de circunscripciones, elige a los diputados provinciales y a los de la Asamblea Nacional, de la misma manera. Además, todos los candidatos elegidos en la Asamblea Municipal deben ser sometidos a las elecciones del electorado de su respectivo distrito.
Dichos candidatos son dos como mínimo y ocho como máximo, revocables en forma permanente y, para ser elegidos, deben obtener más del 50% de los votos sin ningún tipo de campaña electoral en su favor. Cabe destacar, también, que los funcionarios, ya sea que ocupen los primeros escalones de la pirámide o los últimos, no son políticos "profesionales" ni cobran remuneración alguna por cumplir con su labor de mediar entre los órganos inferiores y los superiores de gobierno, sino que lo hacen para cumplir con la designación que le ha otorgado su vecindad, teniendo además la obligación de rendir cuentas de sus actos y de contribuir a resolver las problemáticas que diariamente se presentan en la circunscripción a la que pertenecen.
De aquí se deduce que, el carácter democrático del sistema está concebido de manera tal que resulte efectivo, no obstante, aquello depende de la participación consecuente del conjunto de la ciudadanía, la cual no sólo concurre a las urnas en forma masiva sino que lleva inculcada la cultura participativa que se trasluce en sus actos cotidianos de todos los días.
Aquí surge el interrogante acerca de cómo se ha logrado la efectiva participación de la comunidad, en general. Ciertamente, no hay una única respuesta genuina a la cuestión, pero podemos ensayar algunas conjeturas.
Quizás el involucramiento, de la gran mayoría de los ciudadanos cubanos, se deba al sentimiento de pertenencia de un pueblo desinteresado por los beneficios personales y convencido en que los problemas de fondo sólo pueden resolverse de manera colectiva.
O, tal vez se deba a la miopía de Estados Unidos, que sostuvo (y aun sigue asumiendo) el bloqueo económico, con el fin de generar en los habitantes un descontento capaz de derrocar a Fidel Castro y obtuvo como resultado un recrudecimiento del nacionalismo, a lo largo y a lo ancho de la isla, y un efervescente aumento del antiimperialismo hacia su propio país.
Desde nuestra perspectiva, un pueblo que participa es un pueblo que nota que su esfuerzo y compromiso sirven; que se siente parte de los problemas que acechan a la revolución y es por eso que se solidariza para intentar resolverlos. Y, no sólo es consciente de las dificultades que acarrean al país (aspecto para nada menor a la hora de entender el porqué de las cosas) sino que posee la fuerte convicción en la honestidad y experiencia de sus representantes para salir a flote, en las peores circunstancias.
Por último, no podemos obviar la incidencia de la paridad de oportunidades, tanto en el nivel económico como en el ámbito educativo, en relación con la posibilidad de destinar un gran espacio a la formación sociocultural y a enriquecer el acervo de cocimientos que da lugar a las opiniones políticas imperantes sin los condicionamientos propios de la desigual adquisición de capital material y simbólico.
Por todo lo dicho anteriormente, consideramos que para sacar nuestras propias conclusiones acerca de los pros y los contras del sistema cubano no es posible establecer comparación de ningún tipo con la mayor parte de los países del globo, en los cuales reinan otros valores, se vive en situaciones muy diversas, predominan otras concepciones, se tiene por detrás (y por delante) otra historia, otros parámetros que, no es fácil ni justo equiparar en forma apresurada.
Sin entrar en la discusión acerca de si es posible o no la “democracia”, entendida desde la concepción liberal y en el marco del capitalismo hegemónico a nivel mundial (cosa que no presumimos posible, principalmente por la exclusión de las mayorías del acceso a los derechos básicos que dignifican la vida humana) esperamos haber reseñado al menos una pequeña dosis de información que permita esclarecer algunas cosas y abrir nuevas preguntas sobre una temática que, concebimos, excede las fronteras de Cuba.
There has been 2 Responses to 'Apuntes para otra noción de la democracia' so far
Anonymous
La nota esta muy buena.
claro que estaria bueno indagar mas a fondo sobre la situacion real, pero siempre teniendo en cuenta las particularidades que señalas. Es complicado
tambien habria que analizar la evolucion de la participacion real a lo largo de los 50 años y como varia esta o no en las situaciones de emergencia
Es un llamado a un estudio profundo que amerita una tesis
. says:
ajá, si. Indagar más a fondo requiere investigar muuuucho, me gustaría hacerlo en cuanto pueda. Saludos!
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