El cercamiento de plazas y parques públicos no representa solamente una cuestión estética que embellece o desluce la ciudad, sino que es producto de una política de configuración espacial estrechamente ligada a una planificación privatizadora de los pocos sitios que aún sobreviven a la cultura ( dominante) del aislamiento, el individualismo y la autosuficiencia.
Si al hablar de espacios públicos nos referimos a los sitios de acceso y propiedad de todos, siendo el Estado el administrador de dichos emplazamientos: ¿Qué significa el enrejarmiento de éstas zonas de sociabilidad y encuentro con el otro?
El interés de esta nota se orienta hacia el síntoma y la metáfora que representa el cierre de sitios abiertos, sin entrar en el debate acerca de la preservación del maltrato de los “espacios verdes” (ahora, mayormente asfaltados) que, si bien no es un aspecto menor, es más bien una consecuencia del aumento de la exclusión social, el comportamiento irresponsable, entre otras cosas.
No es novedoso afirmar que la fuerte tendencia hacia el declinamiento de lo público se extiende a todas las esferas: desde la educación hasta los espacios recreativos. Las actividades que antes se llevaban a cabo al aire libre, ahora se realizan en sitios “más seguros”. ¿Cuántos prefieren ir a caminar al parque y cuántos encontrarse en un shopping? ¿Cuántos prefieren jugar en las plazas y cuántos en un ciber?
Incluso las manifestaciones políticas, que generalmente han tenido como terreno la Plaza de Mayo, pretenden ser confinadas en estadios cerrados.
No se pueden tapar agujeros tan grandes como ser la pobreza, la marginación, la delincuencia, el fracaso de las políticas de vivienda, la falta de inversión en educación, etc., etc., etc. con parches. No se está más protegido de los problemas sociales con una cerca de por medio, ni hay que defenderse de ellos sino, en todo caso, llevar a cabo un proyecto viable para erradicarlos.
La arquitectura de las ciudades no es una cuestión apolítica. El espacio público se caracteriza por ser el lugar de la mezcla social y cultural, donde las diferencias no desaparecen pero conviven. El enrejado de dichos espacios no solamente delimita su uso sino que es parte de una política global de control, fragmentación y exclusión. En consecuencia, la defensa de estos espacios comunes a todos (plazas, escuelas, hospitales, etc.) no debe ser ignorada ya que forma parte de nuestros derechos y de nuestra identidad cultural.
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