
Desde mediados del siglo XVIII, las tecnologías del “biopoder”consiguieron moldear el cuerpo de los hombres a tal punto, que a cambio de un mayor rédito económico (salario), éste se vio sometido a humillantes condiciones de trabajo forzado. Este factor no hizo más que degradar su conciencia política: el cuerpo del obrero dejó de obedecer a la propia conciencia de sí, para pasar a responder a los intereses del capitalismo industrial.
De acuerdo con la concepción marxista del trabajo, el hombre perdió su esencia, pues el trabajo (en tanto actividad específica del ser humano) a partir de este proceso de maquinación del cuerpo (considerado comomedio que permite la producción de mercancías) ya no le permitiría su propia realización.A partir del siglo XX, el problema del cuerpo pasó a manifestarse bajo nuevas formas de dominación. Con la globalización de los mercados, el mundo analógico hombre-objeto dio lugar al procesamiento digital de datos que configurarían el perfil de cada ciudadano.
Esta nueva configuración del capitalismo va acompañada de la llamada “tecnociencia” Dicho concepto alude a un tipo especial de saber científico que promueve una nueva noción de cuerpo, en tanto puede ser construido mediante el funcionamiento tecnológico. Este saber rechaza el carácter orgánico y material del cuerpo humano, y pretende superarlo, buscando un ideal aséptico, artificial, virtual e inmortal.
Este conocimiento se propone traspasar los límites naturales hasta llegar al extremo de intentar revertir el mayor temor del ser humano: la muerte.Los medios de comunicación reproducen un discurso basado en la idea de que el hombre es un ser poseedor de un cuerpo, que con el transcurso del tiempo va envejeciéndose y volviéndosele inútil, pues ya no responde a las demandas impuestas por la sociedad. Es aquí donde aparece una de las áreas pertenecientes al campo de lo tecnocientífico: las nuevas ciencias de la vida (Genética, Neurociencia, Biología molecular). Estos saberes científicos apuntan a superar la cauducidad del cuerpo y la supremacía de la naturaleza. La posibilidad que la tecnociencia ha otorgado con el hecho de poder crear vida, conlleva a una manipulación de los seres naturales. Sería el caso de un respirador artificial, por ejemplo. En la nueva “sociedad de la información”, lo que se intenta es programar sistemas que controlen el funcionamiento corporal hasta conseguir dominarlo por completo.
Además, la constante penetración cultural de los medios, también contribuye a reafirmar otra esfera tecnocientífica: la teleinformática. Ésta, aumenta las posibilidades de control, pues los datos de los individuos, ahora se encuentran en el espacio digital. La influencia que las tecnologías ejercen sobre nosotros, lleva a que las naturalicemos cada vez en mayor grado. Así, sin siquiera darnos cuenta, alimentamos un círculo vicioso que modifica nuestra percepción en función del consumo desenfrenado de servicios que dicen contribuir al mejoramiento de nuestra imagen física y brindarnos una alto grado de confortabilidad y velocidad en la compra de lo que nos ofrece el mercado. Esto lleva a un endeudamiento crecientemente en razón del consumo de dichos servicios, pues el deseo de adquirir nuevas cosas y experiencias constantemente, y de vernos eternamente jóvenes, es ahora, la causa de nuestra felicidad.Ahora bien, la pregunta que se desprende de lo dicho anteriormente es: ¿ Qué es lo que se oculta detrás de esta felicidad efímera y superficial, de la que va en busca el hombre?
Desde una perspectiva freudiana, podríamos afirmar que ello se debe a nuestra propia "constitución psíquica". Freud sostiene que nuestro aparato psíquico está constituido no sólo por el "yo" (la parte consciente), sino también por el "ello" (donde habitan los instintos y el placer) y el "super-yo" (ámbito de internalización de las normas sociales y de la culpa). Parafraseando a dicho autor: "El ser humano no logra soportar el grado de frustración que le impone la sociedad en aras de sus ideales de cultura, deduciéndose de ello que sería posible reconquistar las perspectivas de ser feliz, eliminando o atenuando en grado sumo estas exigencias culturales."
Freud elaboró un principio dual según el cuál en el interior de nuestra psíquis se hallan "éros"(instinto de vida) y "tánatos"(instinto de muerte). Para que una sociedad persista en equilibrio debe compensarse el deseo con la gratificación, de lo contrario, si el hombre al cabo de su esfuerzo no recibe recompensa alguna, su propia avidez se incrementará más y más.Actualmente, la superexitación de los cuerpos, se debe -desde éste punto de vista- al aumento de la magnitud de la sublimación ( Sigmund Freud en "El malestar en al cultura", denomina "sublimación" al encuentro con el placer a través de un fin desviado) en la oferta que recibe del mercado. Esta cultura perversa, psicotiza al sujeto, lo ajena de sí mismo y lo encierra en una falsa realidad donde estaría el placer garantizado; con el fin de evitar los instintos de muerte.Para terminar, se deduce que el surgimiento de estos nuevos soportes tecnológicos modifica por entero la concepción del ser humano. Mientras el rol de las instituciones locales va siendo opacado por la lógica del mercado, las tecnologías digitales van avanzando sobre el cuerpo del sujeto a grado tal que cambian de lleno su propia subjetividad.Estas innovaciones tecnológicas podrían contribuir al aumento de las expectativas de vida.
De aquí se deduce, que no todos son tan pesimistas como Freud en cuanto a la influencia de la cultura y las nuevas tecnologías, aunque es más bien un debate ético afirmar si es para bien o para mal; o si el hombre ha perdido su esencia o no, ya que para el marxismo, ésta no es más que el trabajo mientras que para los tecnocientíficos: " (...) la información es la esencia de toda y cualquier entidad”.
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