
El domingo 26 de julio de 1953, la ciudad de Santiago de Cuba vio encender el primer fuego que comenzaría a extenderse paulatinamente a lo largo y a lo ancho de la isla y marcaría el reinicio de un proceso de liberación sin precedentes en la historia de América Latina. El emblema de lucha, firme y consecuente, por un sistema más justo para las mayorías señalaría un camino emancipador que ya venía siendo recorrido por diversos intentos subversivos y que acabaría por atravesar las fronteras de dicho país, alimentando las convicciones de quienes creyeron y aún continúan convencidos de que le experiencia que acarrean sucesivas derrotas prácticas es necesaria, pues no hace más que contribuir a la proximidad de la victoria final.
Antes de introducirnos en las circunstancias en las que se produjo el acontecimiento que nos convoca, es necesario destacar que la situación política cubana venía siendo perturbada desde hacía un largo tiempo. Ya desde la época en que Fulgencio Batista decidió apoderarse del gobierno por la fuerza, el pueblo cubano había comenzado a padecer las feroces consecuencias de opresión política, económica y social de aquella salvaje dictadura implantada en 1934. El descontento generalizado aumentó en forma descomunal al atreverse Batista, a dar un segundo golpe de Estado, el 10 de marzo de 1952. Este escenario impulsó la iniciativa de tomar los cuarteles Moncada (ubicado en la provincia de Santiago) y Carlos Manuel de Céspedes (situado en la provincia de Granma), con el propósito de apoderarse de la gran cantidad de armas en ellos resguardadas, entregarlas al pueblo y apropiarse de las estaciones de radiodifusión. De esta manera, anunciarían los principales puntos del programa político elaborado por Fidel Castro Ruiz para subsanar la agonizante situación local y, procederían a convocar una huelga general tendiente a derribar la tiranía batisteana.
El 25 de julio había sido un día de gran importancia para los cubanos: se festejaba el carnaval. Por consiguiente, la atención giraba en torno a la gran cantidad de gente que se movilizaba hacia Santiago, en razón de la envergadura de dicho acontecimiento. Si bien, aquello parecía ser favorable al los levantamientos planificados por Fidel Castro y su hermano Raúl, éste factor acabó siendo una de las mayores dificultades al librarse la batalla: debido a los carnavales, en la entrada al Moncada, deambulaba una patrulla con la que chocó el vehículo comandado por Fidel, hecho que impidió la enorme ventaja que habría significado el ataque sorpresivo concebido por los insurgentes. Aquel incidente contribuyó en forma decisiva, en el desenlace final.
Los alzamientos fueron protagonizados por 120 integrantes de la juventud del partido Ortodoxo, que disfrazada con el uniforme del ejército enemigo, arribó al Moncada con el fin ocupar tres objetivos: el Hospital Civil, el edificio del Palacio de Justicia y el campamento del cuartel.
Al llegar al lugar se les presentó una segunda adversidad: la arquitectura de la fortaleza militar era idéntica a la del Hospital Militar por lo que no sólo el combate se libró fuera de la misma (esto es, al contrario de cómo lo habían previsto), sino que algunos hombres confundieron el edificio y se introdujeron en un objetivo equivocado. Esta situación logró ser revertida en forma inmediata y, si bien finalmente se logró tomar parte del cuartel, las armas habían sido trasladadas hacia otro sitio.
Por su parte, el palacio de Justicia también había sido ocupado, no obstante, los disparos y las sirenas no se hicieron esperar. Esto alertó a miles de soldados batistean
os quienes consiguieron recuperarse y apoderarse de sus armas, considerablemente superiores. Dicha situación, sumado a la creciente desorganización de la milicia rebelde conllevó a frustrar el plan inicial. Por consiguiente, se procedió a la retirada y posterior rumbo hacia otro cuartel, ubicado en el Caney. Camino a dicho establecimiento ocurrió el tercer antagonismo: los integrantes de los autos que encabezaban la caravana no conocían el sitio por lo que se desviaron en dirección errónea.
Por otro lado, la toma del cuartel de Bayamo, Carlos Manuel de Céspedes, también había sido abatida. En consecuencia, unos 20 hombres se entregaron; otros, de la mano de Fidel se internaron en las montañas de la Gran Piedra pero ante la falta de agua y alimento debieron regresar. El resultado acontecido fue desolador: 5 muertos en combate, 56 torturados y asesinados por el régimen de Batista (entre ellos, los que se habían presentado por propia iniciativa) y la condena a prisión de varios compañeros. Entre estos últimos se hallaba el propio Fidel Castro, quien comenzaría a ser reconocido en toda Cuba debido a que, pese a los incesantes intentos por acallarlo (al punto de proclamarlo enfermo para impedir que acuda al juicio), logró divulgar su punto de vista desde el encierro (su escrito más importante se dio a conocer con el nombre de “La historia me absolverá”) y sacar al descubierto los crímenes atroces cometidos por el gobierno. La presión popular fue tal, que el 15 de mayo de 1955, Fidel acabó por ser liberado.
Antes de introducirnos en las circunstancias en las que se produjo el acontecimiento que nos convoca, es necesario destacar que la situación política cubana venía siendo perturbada desde hacía un largo tiempo. Ya desde la época en que Fulgencio Batista decidió apoderarse del gobierno por la fuerza, el pueblo cubano había comenzado a padecer las feroces consecuencias de opresión política, económica y social de aquella salvaje dictadura implantada en 1934. El descontento generalizado aumentó en forma descomunal al atreverse Batista, a dar un segundo golpe de Estado, el 10 de marzo de 1952. Este escenario impulsó la iniciativa de tomar los cuarteles Moncada (ubicado en la provincia de Santiago) y Carlos Manuel de Céspedes (situado en la provincia de Granma), con el propósito de apoderarse de la gran cantidad de armas en ellos resguardadas, entregarlas al pueblo y apropiarse de las estaciones de radiodifusión. De esta manera, anunciarían los principales puntos del programa político elaborado por Fidel Castro Ruiz para subsanar la agonizante situación local y, procederían a convocar una huelga general tendiente a derribar la tiranía batisteana.
El 25 de julio había sido un día de gran importancia para los cubanos: se festejaba el carnaval. Por consiguiente, la atención giraba en torno a la gran cantidad de gente que se movilizaba hacia Santiago, en razón de la envergadura de dicho acontecimiento. Si bien, aquello parecía ser favorable al los levantamientos planificados por Fidel Castro y su hermano Raúl, éste factor acabó siendo una de las mayores dificultades al librarse la batalla: debido a los carnavales, en la entrada al Moncada, deambulaba una patrulla con la que chocó el vehículo comandado por Fidel, hecho que impidió la enorme ventaja que habría significado el ataque sorpresivo concebido por los insurgentes. Aquel incidente contribuyó en forma decisiva, en el desenlace final.
Los alzamientos fueron protagonizados por 120 integrantes de la juventud del partido Ortodoxo, que disfrazada con el uniforme del ejército enemigo, arribó al Moncada con el fin ocupar tres objetivos: el Hospital Civil, el edificio del Palacio de Justicia y el campamento del cuartel.
Al llegar al lugar se les presentó una segunda adversidad: la arquitectura de la fortaleza militar era idéntica a la del Hospital Militar por lo que no sólo el combate se libró fuera de la misma (esto es, al contrario de cómo lo habían previsto), sino que algunos hombres confundieron el edificio y se introdujeron en un objetivo equivocado. Esta situación logró ser revertida en forma inmediata y, si bien finalmente se logró tomar parte del cuartel, las armas habían sido trasladadas hacia otro sitio.
Por su parte, el palacio de Justicia también había sido ocupado, no obstante, los disparos y las sirenas no se hicieron esperar. Esto alertó a miles de soldados batistean

Por otro lado, la toma del cuartel de Bayamo, Carlos Manuel de Céspedes, también había sido abatida. En consecuencia, unos 20 hombres se entregaron; otros, de la mano de Fidel se internaron en las montañas de la Gran Piedra pero ante la falta de agua y alimento debieron regresar. El resultado acontecido fue desolador: 5 muertos en combate, 56 torturados y asesinados por el régimen de Batista (entre ellos, los que se habían presentado por propia iniciativa) y la condena a prisión de varios compañeros. Entre estos últimos se hallaba el propio Fidel Castro, quien comenzaría a ser reconocido en toda Cuba debido a que, pese a los incesantes intentos por acallarlo (al punto de proclamarlo enfermo para impedir que acuda al juicio), logró divulgar su punto de vista desde el encierro (su escrito más importante se dio a conocer con el nombre de “La historia me absolverá”) y sacar al descubierto los crímenes atroces cometidos por el gobierno. La presión popular fue tal, que el 15 de mayo de 1955, Fidel acabó por ser liberado.
Lo que vino después, no fue otra cosa que lo enunciado por Fidel a sus camaradas, antes de emprender dicha ofensiva: "Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante”.
Las ideas no se matan
Las ideas no se matan

El asalto al Moncada representó no sólo el agotamiento de las alternativas constitucionales que se venían desarrollando hasta el momento sino que además, marcó un antes y un después en el pensamiento de Fidel, quién para esa época ya era abogado: se deja atrás la estrategia legalista para iniciar el camino hacia la lucha armada.
Si bien el operativo (en palabras del mismo Fidel) constituyó un “fracaso táctico”, aquello no fue ni en razón de que las condiciones no estuviesen dadas, ni porque haya sido ideado a modo de “aventura”, como suelen objetar aquellos que pretenden minimizar las aspiraciones que realmente habían depositado los combatientes y una gran cantidad de gente que, aunque no sabían cuál era el objetivo militar, compartía las expectativas por un sistema más justo elegido por el pueblo y los apoyaba cotidianamente. Al respecto, en una entrevista realizada por Ignacio Ramonet, Fidel afirma: “Si fuera de nuevo a organizar un plan para tomar el Moncada, lo haría exactamente igual, no modifico nada. Lo que falló allí fue debido únicamente a no poseer suficiente experiencia combativa. Después la fuimos adquiriendo”.
Hoy, el contexto es, sin duda, muy diferente. La dominación del bloque hegemónico ha dejado de ser primordialmente mediante la fuerza y ha resurgido en forma más bien silenciosa. La estrategia para enfrentar a los sectores dominantes debe adecuarse a aquello, sin dejar de reconocer que el problema de fondo con el que debió enfrentarse el pueblo cubano y la problemática primordial subyacente en la actualidad tiene ciertas semejanzas, no casuales sino más bien causales. El origen de las mismas radica en ser el producto del sistema capitalista en sus distintas fases: en su etapa imperialista y en la actual fase de globalización económico-financiera.
Las motivaciones que desataron los hechos relatados y el posterior nacimiento de la sociedad socialista el 1 de Enero de 1959 nos dejan algo más que una esperanza en la posibilidad real de contribuir a mejorar nuestra situación vigente: contribuyen a fortalecer nuestra lucha por revertir el actual contexto de desmovilización político-social y a impulsarnos en el engendramiento de nuevas fisuras sobre el modelo consagrado.
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