Los avisos publicitario de cremas “anti-age” expresan la necesidad de verse
joven. Según Christian Ferrer, aquello se debe a que, así como en la época moderna el diferenciador social era la posesión de riqueza,
hoy la felicidad social sigue dependiendo del consumo de bienes, pero no es tan fácil tener el nivel económico que asegure el acceso a dichas mercancías. Se accede a ellas por medio de los atributos de juventud y belleza. Es gracias a ellos que se puede escalar socialmente. En este contexto, los que no disponen de belleza y de juventud quedan desprotegidos, dando lugar al surgimiento de toda una serie de industrias que se ocupan de compensar con toda una gama de tratamientos estéticos, dietéticos, naturistas, etc. a los que no tienen ni juventud ni belleza, intentando compensar aquella pauta con la que no cumplen y por la que podrían quedar marginados. No obstante, no resuelven el problema de fondo: el dolor. Se consumen estos productos para intentar calmar el malestar existencial, la imperfección corporal pero el malestar es inmutable.
En épocas precedentes se contaba con diversas tecnologías de la subjetividad que pertrechaban el alma para su inevitable encuentro con el dolor a través de la disciplina de la resistencia espiritual (ascetismo).Se trataba de un cuerpo disciplinado, sometido, que se volvía analizable, utilizable, educable, hábil, útil que Foucault llamó “cuerpo dócil”.
En la época actual de temperamento adictivo, lo que se quiere es huir del dolor. La fuga se vuelve desorganizada y contraproducente en tanto no se ha pertrechado al alma para administrar la experiencia del sufrimiento. Ya no hay una amortiguación entre alma y cuerpo. El cuerpo devino un valor mercantil. Se carece de defensas eficaces contra el sufrimiento. Cuando ya no se hace una diferenciación entre alma y cuerpo sólo los acolchonadores artificiales permiten tolerar el contacto con el dolor. El cuerpo ya no sirve de escudo sino que recibe el impacto del dolor en todos sus poros y la subjetividad dañada recurre a objetos tecnológicos que proporcionan esparcimiento, excitación planificable y narcotización hogareña en un mundo inclemente. El dolor trascendental es reemplazado por el anhelo del confort. El dolor hoy ya no culpa a nadie –ni al imperialismo ni a los ricos- la lucha por la existencia regula la vida cotidiana en la sociedad sentimental.
Como un en sí, deja de ser la fuente de identidad indisoluble del hombre al que le da vida, hay una especie de distancia ontológicaEn el aviso publicitario vemos que el cuerpo es objeto del mecado de los cosméticos, de cremas para verse más joven. Según Le Breton, el cuerpo se constituiría en un Alter-ego en el que el cuerpo está disociado del hombre al que encarna y encarado que los separa. El hombre se coloca en una posición de exterioridad respecto del propio cuerpo. La versión moderna del dualismo opone al hombre al cuerpo y no el alma al pensamiento. El cuerpo deja de ser el error que hay que corregir como en tiempos de Descartes. Ahora, es el lugar de la posibilidad de una salvación. La sensibilidad más narcisista del individualismo contemporáneo modificó los términos de la relación dualista del hombre con el cuerpo. Lo que perdura es la división entre el hombre y su cuerpo. El dualismo contemporáneo distingue al hombre de su cuerpo. Éste último se separa, se objetiva, deja de ser uno con la persona, es ajeno, deja de tener sentido. El cuerpo es algo que se posee y no algo que se es.
Respecto del consumo de productos para el cuerpo, Le Breton advierte que sería por medio del cuerpo que se intentaría llenar la falta por la que cada u
no entra en la existencia como ser inacabado. El consumo aseguraría una protección contra la angustia difusa de la existencia. El
cuerpo se convierte en el lugar en el que se niega el inconsciente, el lugar en el que la identidad del sujeto se forja en una nueva afirmación del cógito. Cuando se relaja la seguridad existencial, la única certeza que queda es la de la carne en la que el hombre está atrapado, el lugar de la diferencia y de la ruptura con los demás. El cuerpo se convierte en señal de reconocimiento.
Dicho autor, también explica que hoy, la lucha contra el cuerpo despliega su estructura oculta, lo reprimido que lo sostenía: el temor a la muerte. Corregir el cuerpo, hacer de él una mecánica, asociarlo con la idea de la máquina es escapar de este plazo, borrar la insoportable levedad del ser. Se cuida al cuerpo como si fuera una máquina de la que hay que obtener un rendimiento óptimo. El cuerpo es un objeto al que hay que mimar, un socio con el que hay que conciliar los valores, al que se le pide la mejor postura, las sensaciones más originales, los signos más eficaces, proporción de espíritu combativo y de flexibilidad, de desenvoltura y elegancia sin apartarse nunca de la seducción. El paradigma del cuerpo confiable y lleno de vitalidad es (paradójicamente) el de la máquina bien mantenida, cuidada con amor, hermoso objeto del que hay que saber obtener los mejores efectos. La técnica y la ciencia contemporánea intentan resolver la cuestión de cómo hacer de ese borrador que es el cuerpo un objeto fiable digno de procedimientos técnicos y científicos. La ciencia mantiene una relación asombrosamente ambivalente con el cuerpo, éste es su antimodelo, aquella lo rodea e intenta desembarazarse de él al mismo tiempo que intenta sin cesar duplicarlo con sus propios medios y torpemente. Posiblemente la historia de la ciencia no sea más que la historia de las correcciones operadas sobre las insuficiencias (a su entender) del cuerpo.
De las incontables tachaduras para escapar de la precariedad, de sus límites.Una antropología residual preside a estas empresas: la dimensión simbólica está excluida, la unidad individual fraccionada, el cuerpo disociado del sujeto y reducido al rango de lo manipulable, sometido a proyectos de dominio que convierten a la biología humana en un conjunto de datos mecánicos desprovistos de valor en tanto tales pero esenciales en cuanto medios. Como dice Galimberti: “La técnica no tiende a un fin, no promueve un sentido, no abre escenarios de salvación, no redime, no revela la verdad, la técnica funciona”.
El Hombre-máquina del que habla Le Breton, reduce al hombre a su apariencia, a la superficie concretamente observable de su comportamiento físico. El ser del hombre es analizado como la posesión del cuerpo y comportamientos que pueden ser señalados, descompuestos y modificados, a partir del conocimiento del principio que los dirige, la dimensión simbólica está eliminada a causa de su textura inaprensible, imposible de modificar en tanto tal se niega la apropiación de un sentido a la propiedad del hombre en beneficio de sí mismo.
Si el cuerpo fuese realmente una máquina no envejecería, no sería precario, no moriría, todas las piezas que lo compondrían podrían ser modificadas, rectificadas, reemplazadas cuando se gastaran, cambiadas por otras de mayor rendimiento, como el reloj, el cuerpo marcaría el tiempo, no estaría afectado por él, sería el testigo bien protegido en su neutralidad y no la víctima del tiempo. Esta es la fantasía que subyace en los investigadores obsesionados por la seguridad y quienes desdeñan a la muerte. Cuerpo supernumerario, ese al que el hombre le debe la precariedad y al que quiere volver impermeable a la vejez o a la muerte, al sufrimiento o a la enfermedad.
Siguiendo a Le Breton vemos que en este tipo de publicidades se nos dice que si queremos transformar nuestras vidas, nos conviene empezar por el cuerpo, convirtiendo al hombre en un efecto del mismo. El cuerpo se convierte en una propiedad de primer orden, objetivo de todas las intenciones, de todos los cuidados, de todas las inversiones. Hay que mantener el capital salud, hacer mantener el capital corporal, bajo la forma simbólica de la seducción. Hay que merecer la juventud, el buen estado el loock. Hay que luchar contra el tiempo que deja huellas en la piel. Hay que ocuparse, no dejares estar. La estatización de la vida social está basada en una puesta en escena refinada del cuerpo, en una elegancia de los signos físicos gracias a la cual se conjura la angustia del tiempo que pasa.
Desde la perspectiva de Deleuze podemos agregar que es el marketing nuestro nuevo amo, es decir, el instrumento de control social que tiene como consigna deprimir a los hombres para venderle mejor, productos que se muestran como posibles promesas tendientes a amortiguar la angustia existencial característica de nuestra época en la que la belleza y la juventud constituyen la llave de acceso a la felicidad.
Desde la óptica de Sibilia, la nueva estrategia del biopoder es movilizar a los individuos expuestos a sus propias limitaciones para que asuman la exigencia de administrarlas convirtiéndose en gestores de sí mismos, sujetos que planifican sus propias vidas como los empresarios delinean las estrategias de sus negocios: evaluando los riesgos y tomando las decisiones que apunten a maximizar su calidad de vida optimizando sus recursos personales y privados, administrando las opciones según parámetros de costo beneficio, performance y eficiencia. Los sujetos contemporáneos enfrentan la tragedia fáustica de la propia obsolescencia.
Comienza entonces el largo camino de la medicalización con vistas a la eliminación de dolor que ha perdido significación social, aparatos de anestesia social, maquinas aplanadoras de la subjetividad. El cuerpo es un “cuerpo imagen” representado en la pantalla e invisibilizado en su propia carne, el cuerpo se desmaterializa para luego poder ser reconfigurado por las técnicas de manipulación genética. Es un cuerpo despreciado por la tecnociencia y cuerpo mimado de la sociedad de consumo.
La desmaterialización y mutación del cuerpo propia del capitalismo posindustrial se da en el contexto de una ciudad también desmaterializada en la que el viejo cuerpo humano no encuentra cabida. Aquí, el cuerpo manifiesta la anestesia, la indolencia (y esto es una constante de las etapas anteriores también) Para que el cuerpo duela es preciso aferrarse a los sentidos, sin sentido no hay dolor. Es un cuerpo indolente. Cuerpo aquietado, cuerpo virtud, cuerpo mutante. En la era de la fluctuación del sentido y de los valores, el cuerpo no tiene más espesor que el de una pantalla, el cuerpo es metáfora, depósito inagotable que le da al narcisista moderno un anclaje privilegiado al mismo tiempo que una apariencia heterogénea y efímera. La individualidad corporal es una forma que puede transmitirse, modificarse y duplicarse. Ya no una sustancia, es una llama más que una piedra.
Como dice la publicidad: “Para una piel desbordante de vida” vemos que aparece la imagen de la circulación en los cuerpos por donde circula la vida que antes la encerraba. Ésta, no emana ya del individuo sino del material humano. El escenario de la biología no es ya el cuerpo enfermo sino el genoma humano. Es decir, es en palabras de Heidegger una interpelación provocante pues dirige al hombre en tanto que fondo de reserva disponible, el desocultar técnico devela a la vida como constante, es decir, como reservas de información. La vida es aquí una máquina semiótica que procesa información desligada del cuerpo que la encarna cuya sustancia son meros signos convertidos en señales para su transmisión. La vida es información. El organismo es el soporte material que sufre degradaciones por fallas inmateriales en los sistemas de signos. El cuerpo es una inmensa biblioteca construida con el ADN que lleva los signos de las instrucciones fallidas. El lenguaje se ha empobrecido y puesto al servicio de la informática y cibernética con las cuales se decapita a la lengua y se la pone al servicio de la máquina, es decir, se convierte a la lengua -casa del ser- en mero instrumento de la información al servicio de una economía dirigida por una política que con la ciencia como instrumento de los instrumentos puesta a su servicio impone a todo lo que hay sobre la tierra su voluntad de poder total.
Lo problemático del accionar técnico que aparece en el lenguaje como consecuencia de la voluntad de poder que según Heidegger domina en toda la sociedad, reside en el borramiento de la memoria humana pues otras formas de develamiento del mundo son olvidadas y se pierden otros modos de habitar en el mundo. Al perderse esa memoria, ya no se puede conmemorar ni a los vivos ni a los muertos. El modo de hacer aparecer el mundo depende de una sensibilidad técnica. Técnica, para Heidegger, no es un medio para un fin sino la mirada que tiene del mundo el hombre porque la teckné es el aparecer de las cosas (no una manera de utilizarla). La teckné moderna impone a las cosas un modo de develamiento de índole contable obligándolas a exponerse ante nosotros aptas para ser calculadas, administradas, explotadas y científicamente comprobadas. Otras modalidades de ser con el mundo son descalificadas. Los modernos necesitan certezas porque su capacidad de asombro está debilitada. Por eso, Heidegger propone una relación serena con la tecnología, abierta al mundo a fin de poder comprender su esencia. Pensar en lo que nunca existió y que quizás no advendrá jamás. Sólo el espacio vital del lenguaje puede evitar que la determinación cotidiana del ser se haga por apoderamiento técnico del mundo.
Marcuse también se refiere a la supresión de la dimensión histórica en la unidimensionalidad operacional del lenguaje y dice que aquello es un asunto político: una supresión del pasado de la sociedad y de su futuro en tanto que éste invoca el cambio cualitativo, la negación del presente. Este lenguaje “de la verdad” que llega a ser un elemento de control cuando no transmite órdenes sino información, cuando no exige obediencia sino elección, cuando no pide sumisión sino libertad, controla mediante la reducción de las formas lingüísticas y los símbolos de reflexión, abstracción, desarrollo, contradicción, sustituyendo conceptos por imágenes. Absorbe el vocabulario trascendente, no busca la verdad ni la mentira sino que las establece e impone. La gente, generalmente, no cree en el contenido del mensaje mágico-ritual y sin embargo actúa de acuerdo con el, en eso consiste su eficacia (compra). El lenguaje de la política ya no está separado del lenguaje de la publicidad, la dominación y la administración han dejado de ser funciones separadas e independientes en la sociedad tecnológica.
Vemos, además que se instrumentaliza incluso a la metáfora. Por ejemplo, en la palabra “revolución” vemos que el peso de la palabra termina neutralizado por una argumentación también ella instrumental: se retienen significados ligados a la reforma de los tejidos de la piel y se ocultan otros ligados a cambios de tipo políticos. Es decir, es un lenguaje administrado: retiene el significado de la palabra ligado a la función que opera en el aviso. Dice Marcuse: “La funcionalización del idioma expresa una reducción de sentido que tiene una connotación política. Su forma de funcionar define y cierra el sentido de la cosa excluyendo otras formas de funcionar”. Al respecto, agregaría Sibilia, que: “Los genes y el ADN constituyen un fuerte dispositivo político alrededor del cual se organiza el biopoder. Actualmente es ese rol de significante único y de significado universal de los genes el supone que los genes son capaces de determinar todo”.
Al respecto, Schmucler advierte acerca de que detrás de las metáforas anidan modos de ver la realidad. Aquí, la técnica se erige en sentido común, en camino único para la definición de lo humano del hombre. El tecnologismo auspicia un destino humano que se realiza a través de la técnica y un destino de la técnica que se expresa en su instrumentalidad para dominar el mundo.
Por su parte, Marcuse explica que el lenguaje unidimensional presenta a las cosas y a las funciones generales superimpuestas y generalizadas como especialmente “para ti”. Como en el aviso se advierte en la interpelación acerca de la cuál el poder estaría en tú ADN y la revolución en tú piel, esta estrategia publicitaria promovería la identificación inmediata del interés particular con el general y sería allí donde descansaría la validez del lenguaje. De este modo, los individuos a los que se les habla de esta manera, lo crean o no carece de importancia, su éxito consiste en que promueve la autoidentificación de los individuos con las funciones que ellos y los demás representan.
Marcuse también explica que las abreviaturas denotan sólo aquello que está institucionalizado de tal modo que la connotación trascendente es eliminada. De este modo vemos cómo en ADN, el sentido está fijo, definido, cerrado. Una vez que ha llegado a ser un vocablo oficial, ha perdido todo valor cognoscitivo y sirve meramente para el reconocimiento de un hecho indudable. Así, la cosa identificada con su función es más real que la cosa separada de su función. Este lenguaje impone imágenes que se fijan en las mentes de los receptores, milita contra el desarrollo y la expresión de conceptos. La inmediatez y su estilo directo impiden el pensamiento conceptual. Porque el concepto no identifica la cosa y su función, las decisiones operacionales son usos específicos de conceptos para propósitos específicos. Con anterioridad a su uso operacional el conceptoniega la identificación de la cosa con su función, distingue aquello que la cosa es de las funciones contingentes de la cosa en la realidad establecida. El lenguaje contraído, unificado es un lenguaje acrítico, irreconciliable, antidialéctico, es el lenguaje del pensamiento unidimensional.
Al referirse al proceso de tecnificación de la vida, Esposito explica que Harawei dice que el cuerpo humanono es más un hecho biológico aceptado sino un complejo campo de inscripción de códigos socioculturales. El sujeto ya no es más algo originariamente dado sino un constructo operativo, el resultado de una mixtura con un no sujeto, con algo sujeto a un estatuto ontológico que no es el de la subjetividad concebida de manera clásica, algo no vivo que sirve para conservar la vida.
La noción de autoconservación se halla en el origen de todas las formas contemporáneas de alteración del cuerpo. El cuerpo se suspende con el propósito de durar, se expone a lo que está fuera de él para salvar lo que todavía lleva en su interior. Entra en problemática relación con lo otro para protegerse de sí mismo de su natural tendencia a consumirse.
Es por este lado que vuelve a emerger en la biopolítica el perfil del sistema inmunitario. A partir del cruce semántico el sistema inmunitario se rebela como el punto neurálgico a través del cual pasa el gobierno político de la vida. La política y la vida dejan de relacionarse en forma inmediata y comienzan a relacionarse a través del gran aparato de figuras que la ciencia médica elaboró en torno de la necesidad de autoprotección del cuerpo.
La técnica remitida a su estatuto originario no es otra cosa que la separación de la existencia respecto de sí misma, el punto en que se cruza en sustracción a la inmanencia y sustracción a la trascendencia. Que el existente no coincida por entero consigo mismo pero que, al mismo tiempo, no presuponga ningún fundamento trascendente, esa condición es la técnica Técnico es el modo de ser no esencial, no teleológico, no presupuesto de lo que existe, no lo que modifica, violenta o salva la naturaleza sino el hecho de que haya naturaleza. Cada cuerpo se abre a lo que no es el mismo y todos los cuerpos porque ése lugar es el contorno tendido a través del cual cada cuerpo entra en contacto con el otro. Las transfusiones de sangre son idénticas a las del sentido.
Sin poder llamar mío al cuerpo que me pertenece, la verdad del sujeto.El paradigma biomédico lejos de estar simplemente condicionado por la percepción general del mundo, constituye un formidable generador de sentido para la existencia individual y colectiva en tantoque toca de manera directa el deslinde fundacional entre la vida y la muerte. Como dice Foucault: “La medicina ya no tiene campo exterior, cuando se la quiere objetar se lo tiene que hacer dentro del mismo campo médico con un saber superior. La antimedicina sólo puede contraponer a la medicina hechos o proyectos revestidos de una cierta forma de medicina”.
Es entorno a la definición del sistema inmunitario que se definen parámetros políticos y biológicos. El sistema inmunitario asume el carácter de una guerra por el control y contra invasores externos que tratan de ocuparlo y destruirlo. Aquí, la renovación celular se produciría a través de una activación celular con la misma lógica que la del sistema inmunitario pues el cuerpo constituye un lugar de enfrentamiento y competición entre distintos segmentos celulares diferentes y también potencialmente en pugna. El cuerpo nunca es original, acabado, íntegro, hecho de una vez por todas sino que cada vez se hace según las situaciones y los cruces que determinan su desarrollo. Sus límites no lo bloquean en un mundo cerrado, por el contrario, constituye el margen delicado y problemático, siempre permeable de su relación con aquello que aunque se sitúe en su exterior, desde el comienzo lo atraviesa y lo altera. El sistema inmunitario es el instrumento de semejante interacción porque cada vez que entra en acción el cuerpo resulta modificado. Nada mas intrínsecamente consagrado a la comunicación que el sistema inmunitario, su capacidad no es medida según la capacidad de protección respecto de un agente extraño sino por la complejidad de la respuesta que áste le exige. Todo elemento diferencial absorbido desde el exterior no hace más que ensanchar sus potencialidades internas. Se piensa al cuerpo como a un texto codificado del cual se debe hallar la clave genómica.
Desde la mirada de Schmucler, si la dignidad humana se sostiene en la irreductibilidad de cada uno a la voluntad de cualquier otro, si la posibilidad de imaginar la vida sin condicionamientos determinantes es el rasgo que hace a la especificidad de lo humano y esta posibilidad de la libertad es la condición de la responsabilidad de los hombres frente al mundo, lapropuesta de perfeccionamiento auspiciada por la tecnociencia genética debería resultar simplemente impensable. La industria de lo humano se muestra como una sentencia sobre el mundo que siendo como es no sabría como ser sin la presencia de la conducta inesperable de los hombres.
Además, agregaría Jonas, para el ingeniero biológico que tiene que asumir “a ciegas” la complejidad de un gran número de factores desconocidos en el plan global la incertidumbre es gigantesca.
En su mayor parte, el plan no es en absoluto suyo y una cantidad indeterminada de el es desconocida. La predicción del destino de un conjunto x al que confía su aportación porcentual a la totalidad de la causa activa se limita a la adivinación, y la planificación en gran medida, a la apuesta. El cambio intencionado de plan, transformación o mejora de un organismo no es más que un experimento y de tan largo desarrollo que su resultado final esta mas allá de su determinación por el experimentador.
Se produce, además, un desfasaje entre técnica y ética. La insatisfacción existencial con respecto a la imperfección corporal es el irritador que más estimula a la progresión del desfasaje. Siguiendo a Le Breton, el cuerpo humano llega hoy a la era de la reproductibilidad técnica. Cuanto más pierde el cuerpo su valor moral más se incrementa su valor técnico y comercial.
La medicina moderna no toma en cuenta el tiempo del hombre sino que está al ritmo de la modernidad, de la urgencia. La medicina deja de enseñarnos como morir, convierte a la muerte en una alteridad absoluta totalmente desvinculada de la condición humana a la que hay que combatir librando una lucha encarnizada contra un hecho antropológico esencial de la vida colectiva por el que la muerte se multiplica en la vida. Durante mucho tiempo la muerte fue el fin de la vida, que el médico se limitaba a constatar. En nuestro siglo la muerte es considerada como algo que es posible revertir. Reducción técnica de la muerte que deja de ser el final destinado a una existencia para volverse un asunto estrictamente médico.
Como diría Boockin, toda técnica tiene implícito un modelo de vida, un modelo de sociedad. En nuestra sociedad, la promesa de progreso ha de verificarse en un ahora y no en un futuro, la muerte carece de sentido en el mundo actual. Las nuevas tecnologías establecen un modelo general y obligatorio de un espacio topológico que no está en ninguna parte y un tiempo acelerado, intensivo y ubicuo que lo está en todas.
Siguiendo a Henrri Bergson y su concepción del tiempo, la que subyace en nuestra sociedad contemporánea es la de un tiempo abstracto, lineal, extensivo, continuo, divisible, regular, disociado de lo sensible, ajeno al hombre disgregado de secuencias orgánicas. Es decir no se percibe al tiempo desde el cuerpo sino desde el imperativo social basado en un tiempo homogéneo que va de la mano con una mentalidad que se siente cómoda con el statu quo, que no da lugar al cambio. Como diría Adorno, un “tiempo de lo siempre igual”, de una historia sin cambios. Repetición bajo la forma de modernización. La moda instala el tiempote la novedad (apariencia de transformación) pero no el tiempo de lo nuevo, no se interrumpe el tiempo del consumo.Al respecto, Schmucler dice que hay un momento reiterado en la historia en que el tiempo parece inmovilizarse y el optimismo se vuelve inseparable de la convicción de que la muerte puede ser derrotada. El entusiasmo que intenta transmitir la técnica moderna es la expresión de un extraño proyecto de futuro sin devenir, de un futuro que intenta arrancar desde hoy mismo porque busca detener el tiempo. El tecnologismo repite triunfalmente el gesto de borrar el futuro. El futuro no es otra cosa que la técnica misma. El tecnologismo instaura una visión fundamentalista de la existencia, impone su proyecto técnico como mandato indiscutible, niega cualquier posibilidad de decir no al presente. El tecnologismo es una ideología totalitaria. Traer el futuro al presente no sólo diluye el futuro sino que desrealiza el presente. La astucia de la ideología totalitaria consiste en hacer impensable la voluntad del no querer que sólo puede ejercerse en el hoy. El tecnologismo, mientras ahueca la propia naturaleza del ser humano (su posibilidad de opción) señala al hombre un espacio, el de la técnica, en el que debe realizarse como especie. Determinado por la técnica el hombre se vuelve especie propia de la técnica, homo tecnicus.
Distinto sería un tiempo cronológico que se corresponde con la idea de duración, de la percepción de un tiempo intensivo ligada a la concepción acerca de la cual es el universo el que dura y nosotros dentro de él. Según Bergson, ello sí garantizaría el recuerdo y la idea de cambio. Experiencia psicológica que dura y al durar se renueva, se recrea constantemente.
Pensar al tiempo como sucesión de cambios cualitativos sería, en términos de Mumford, aquello que ha dejado de lado la nueva mentalidad moderna. La modernidad tecnológica es una máquina de reorientar los deseos. Mumford dice que hemos llegado a reorientar nuestros deseos en sentido técnico debido a la larga preparación cultural. Preparación cultural: 1- Correlación entre una nueva forma abstracta del tiempo que se disocia de secuencias orgánicas y el surgimiento de nuevas necesidades de regulación de la vida cotidiana, por una parte y la aparición, por la otra, de un instrumento de medición del transcurrir como el reloj mecánico. Los monasterios habrían sido sedes de una vida regular que con el tiempo se secularizaría. 2- Transformación en el modo de concebir el espacio en el pasaje de la edad media al renacimiento cuyas relaciones pasan de ser consideradas en términos de símbolos y valores a ser consideradas en tanto sistemas de magnitud es como se puede observar en la aplicaron de la perspectiva lineal de la pintura renacentista. 3- Los hábitos de abstracción impulsados por el capitalismo en los que la cuantificación y la abstracción de la mercancía cobran un papel relevante. 4-El descubrimiento de la naturaleza, es decir, el interés por los fenómenos naturales de la tierra en detrimento de la visión no terrenal del cristianismo. Los intereses humanos comienzan a secularizarse. 5- La contribución experimental aunque errónea según explica Mumford de la magia en el conocimiento de la naturaleza, en las posibilidades de la manipulación de sus elementos y el dominio técnico del mundo. 6- La disociación de lo anímico de lo mecánico, esto es, la eliminación del obstáculo del animismo, ya que allí donde la naturaleza tiene alma su manipulación se ve frenada 7. La organización social burguesa con sus hábitos de regularidad y vida metódica, pilares en su momento de las certezas que elimina el azar de sus elementos de referencia. 8- El afianzamiento de la filosofía naturalista del siglo XVII que condujo a la plasmación de los principios básicos de la ciencia física moderna (no actual). Cuantificación, eliminación del observador, limitación del campo de estudio como medios para unconocimiento objetivo del mundo. Como resultado de todo lo anterior, a partir del siglo XVII están sentadas las bases para el optimismo en la técnica y la máquina como perfeccionadoras del mundo, que será el motivo de la revolución industrial. De aquí a la ideología del progreso ya no queda distancia por recorrer. Estos factores aun modelan nuestra propia concepción del mundo.
Esta forma de vida exige, entonces, el olvido de la historia. Entendida ésta en el sentido que explica Galimberti, es decir, constituida en el acto de su narración que ordena el sucederse de los acontecimientos en una trama de sentido; el encuentro del sentido traduce el tiempo en historia así como su pérdida disuelve la historia en el fluir insignificante del tiempo. La técnica mantiene una dimensión proyectual entre el reciente pasado y el inmediato futuro por lo que hace imposible leer en el tiempo un diseño. El carácter afinalístico de la técnica que no se mueve en vista de fines sino sólo de resultados que derivan de sus procedimientos termina por abolir cualquier horizonte de sentido determinando así el fin de la historia como tiempo provisto de sentido. La memoria mediada por la técnica que consiste en la rápida cancelación del presente y del pasado por un futuro pensado todo en función del propio autopotenciamiento.
Siguiendo a Jonas, la tecnología añade a los objetos de deseo y necesidad humanos otros nuevos e insólitos que en principio se producen sin ser solicitados y se convierten en necesidades vitales cuando se asimilan en la dieta socioeconómica acostumbrada y planteada a la técnica. Por eso, el progreso es un impulso inserto en la técnica que más allá de nuestra voluntad constituye más bien undestino. Siempre puede haber un proceso ilimitadoporque siempre hay algo nuevo y mejor que encontrar.
Asimismo, Galimberti expone que la técnica deja de ser un medio y deviene un fin pues todos los fines de los hombres se llevan a cabo por medio de la técnica y no pueden ser obtenidos por otros medios. La técnica se convierte en aquel horizonte único a través del cual se abren todos los campos de la experiencia, y ya no es más la experiencia la que le da un sentido al condicionamiento técnico sino que es la técnica la que decide el modo de hacer experiencia, accedemos el vuelco por el cual el sujeto de la historia ya no es mas el hombre sino la técnica, que emancipada de la condición de mero instrumento dispone de la naturaleza como su fondo y del hombre como su funcionario. El hombre es un producto de la alienación tecnológica que se instaura a sí misma como sujeto y al hombre como su predicado.
No obstante, según Sibilia: “Aunque la vida esté sometida a cálculos y controles explícitos, esto no significa que haya sido capturada íntegramente por técnicas capaces de dominarla y moldearla sin fisuras, al contrario, se escapa continuamente, las potencias vitales siguen obstaculizando las ambiciones fáusticas del poder obligándolas a reestructurarse y a cambiar continuamente por eso el formateo de cuerpos y subjetividades es un proceso constante, una batalla sin fin entre fuerzas divergentes con la creciente supremacía del mercado. Como la producción biopolítica es siempre imperfecta porque las redes de poder están plagadas de resistencias, insurrecciones y líneas de fuga, el biopoder necesita beber constantemente de la fuente de los nuevos saberesy desarrollos tecnológicos para efectuar ajustes en los dispositivos que le permitan fagocitar nuevos espacios vitales aunque a veces deba negociar con eventuales intrasingencias. Las viejas formas de resistencia han perdido capacidad efectiva, el capitalismo del siglo XXI exhibe una capacidad inaudita de devorar las fuerzas vitales y reciclar las resistencias a toda velocidad convirtiéndoles en eslóganes publicitarios para venderlas a buen precio en el mercado”.
El deseo ya no se asocia a la libertad humana sino a un discurso asociado a la salud. Cuando la existencia humana se piensa a través de la técnica, cabe la posibilidad de pensar a la vida como algo que se puede hacer perdurar enel tiempo. Como dice Foucault, la preponderancia concedida a la patología se convierte en una forma general de regulación de la sociedad. En esta misma línea de pensamiento se ubica Sibilia cuando afirma que los dispositivos del biopoder no apuntan a actos consumados sino a las potencialidades del comportamiento de los individuos. De la vieja vigilancia disciplinaria se pasa a esta nueva gestión privada de los riesgos fruto de la generalización de las terapias para los normales. La salud se convierte en un capital que los individuos deben administrar eligiendo consumos y hábitos de vida, haciendo inversiones convenientes y calibrando los riesgos que estas pueden implicar. Sólo los que se adaptan a los cambios constantemente sobreviven, sujetos eficaces, flexibles y reciclables. En la actualidad, la medicina entronca con la economía no solamente porque es capaz de reproducir la fuerza de trabajo sino porque puede producir directamente riqueza en la medida en que la salud constituye un deseo para unos y un lucro para otros. La salud, en la medida en que se convirtió en objeto de consumo, en producto que puede ser fabricado por unos laboratorios farmacéuticos médicos y consumidos por otros, los enfermos posibles y reales, adquirió importancia económica y se introdujo en el mercado. La introducción de la salud y el cuerpo humano en un mercado económico que podía ser calculado no elevó en una manera correlativa y proporcional el nivel de la salud sino que indicó que el nivel de salud no operaba en la actualidad como el nivel de vida: si el nivel de vida se define como la capacidad de consumo de los individuos, el crecimiento del consumo humano que aumenta igualmente el nivel de salud no mejora en la misma proporción que aumenta el consumo médico. Para una vida prolongada es preferible poseer un mayornivel de educación que un mayor consumo médico. El nivel de consumo medico y el nivel de salud no guarda una relación directa lo que revela una paradoja económica de un crecimiento de consumo que no va acompañado de ningún fenómeno positivo del lado de la salud, la morbilidad y la mortalidad. Las que obtiene grandes rentabilidades con el negocio de la salud son las industrias farmacéuticas que están sostenidas por la financiación colectiva de la salud y la enfermedad por mediación de las instituciones del seguro social.
Al respecto, Sibilia sostiene que la administración de los riesgos que amenazan la vida, la salud (poderoso mecanismo del biopoder) pasa por el manejo del control de las probabilidades que tendríaun individuo de enfermarse y morir, sinceradas de manera indeleble en el código genético. No obstante no existe consenso sobre qué es la salud. Las propensiones a tal o cual enfermedad se basan en criterio estadístico, por esoel futuro de la medicina depende de esas probabilidades denunciadas por los códigos genéticos que programan nuestro cuerpo.
There has been 2 Responses to 'Marketing y existencialismo' so far
pou
querida L,
profundo análisis de la cuantifiación de nuestra existencia. Ya lo decían Goethe, Weber, Simmel, Kracauer, Luckaks, y Marx en los esccritos sobre la Dieta Renana (tmb Margulis en socio jajaj)
Decime que esto era una monografía, o escribiste semejante artículo? está genial.
Me encantó tu blog, las cositas de los costados,el post que me hiciste y voy a seguir visitándote. todo eso.
pou
Ligeia
jaja qué tal Pou! publiqué esto antes de tiempo, sí..voy a editarlo ni bien pueda. Es una especie de síntesis de una materia (Info y Soc)que escribí cuando dí el final..No puedo creer que lo hayas leído! mucho huevo! jaja, gracias por las flores.. nos estamos visitando.
L.
Post a Comment