Historia de altibajos si las hay, la vida del “Mono” José María Gatica transcurrió siempre entre luces y sombras, reveses y vuelta a lo siempre igual.
Desde que llegó de Mercedes, San Luís, lugar donde nació un 25 de mayo de 1925, merodeó por las calles de Constitución, lustró algunas botas y con apenas 10 años aprendió a defenderse a los golpes de las adversidades de la calle.
Cuando conoció a Lázaro Koczi, ni se imaginaba que iba a ser “El Mono”, en tanto quiso darse cuenta ya estaba arriba del ring del Luna Park, incansablemente irreverente, para domar a Mayorano, rival a quien vencería de un solo puñetazo, ese 7 de diciembre de 1945.
El boxeo lo llevaría a adoptar los más insospechados rumbos, sobre todo desde su devoción por el peronismo: el campeón no se conformaba con ser el ídolo del pueblo argentino, Gatica era, además, el preferido de Perón.
Pero las peripecias de este controvertido personaje se estrellaron el 10 de noviembre de 1963, cuando un feroz colectivo lo venció en la que sería su última batalla.
Lo velaron en la Federación Argentina de Box, masivamente colmada de gente (suya y de la otra) donde un aire pesado, de dolor y agridulce conmoción, invadía el híbrido ambiente.
Desde que llegó de Mercedes, San Luís, lugar donde nació un 25 de mayo de 1925, merodeó por las calles de Constitución, lustró algunas botas y con apenas 10 años aprendió a defenderse a los golpes de las adversidades de la calle.
Cuando conoció a Lázaro Koczi, ni se imaginaba que iba a ser “El Mono”, en tanto quiso darse cuenta ya estaba arriba del ring del Luna Park, incansablemente irreverente, para domar a Mayorano, rival a quien vencería de un solo puñetazo, ese 7 de diciembre de 1945.
El boxeo lo llevaría a adoptar los más insospechados rumbos, sobre todo desde su devoción por el peronismo: el campeón no se conformaba con ser el ídolo del pueblo argentino, Gatica era, además, el preferido de Perón.
Pero las peripecias de este controvertido personaje se estrellaron el 10 de noviembre de 1963, cuando un feroz colectivo lo venció en la que sería su última batalla.
Lo velaron en la Federación Argentina de Box, masivamente colmada de gente (suya y de la otra) donde un aire pesado, de dolor y agridulce conmoción, invadía el híbrido ambiente.
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