Si algo faltaba para que el obstinado énfasis mediático acerca de la temática de la inseguridad llegara a su punto culmine, Susana Giemenez se encargó de añadir el último ingrediente: “el que mata tiene que morir”, propuso la diva de la televisión argentina, luego del asesinato de su amigo personal, Gustavo Lanzavecchia.
En un comienzo, dicha declaración no parecía pasar de una tosca polémica generada dentro del mundo del espectáculo. No obstante, la estrafalaria anécdota dejó de serlo cuando acabó por movilizar a cientos de manifestantes, en distintos puntos del país, en razón del pedido explícito de pena de muerte.
Al respecto, el cantautor Alejandro Dolina sostuvo: “Esto coincide con un renacer de las derechas y de formas violentas de concebir la sociedad, que llegan acompañadas por modos curiosamente liberales de entender a la economía: por un lado se reclama libertad para enriquecerse sin límites, y por otro se pide mano dura ante los resultados de una sociedad perturbada. Las grandes desigualdades son saludadas con alegría, hasta que molestan. Es ilógico”.
Simultáneamente, en Lomas del Mirador sucedía otro tipo de marcha en reclamo de la aparición de Luciano Nahuel Arruga, quien se encuentra desaparecido desde el 31 de enero de este mismo año, luego de haber sido detenido arbitrariamente por personal policial. Pero eso, no se vio por TV.
Quizás, León Gieco no sabía que estaba aludiendo a Luciano cuando afirmó que referirse a la pena de muerte con tanta insistencia era un distractor que señalaba la presencia de dos cosas concretas: mucha pena y mucha muerte.
En medio de la discusión acerca de si es moralmente correcto institucionalizar la propuesta de Susana, no sólo se perdió el eje de la cuestión que, necesariamente, debe pasar por el cuestionamiento apropósito de la desigualdad estructural del sistema vigente sino que además se omitió difundir un acontecimiento que pondría sobre la mesa otro caso más de gatillo fácil (tema incómodo y poco redituable para el los sectores del establishment).
Ejemplo de este (llamémosle) “desvío”, constituye la aseada opinión de María Laura Santillán, periodista de canal 13, quien piensa la vida en términos de estadísticas que funcionan o no, suben o bajan. “Estamos ante uno de esos temas que ya no se discuten en el mundo. Aquellos Estados que aplican la pena capital no tienen menos delitos. No es que lo opine solamente yo: esto ha sido investigado y puede consultarse en la bibliografía específica. Es una cuestión objetiva, y negarla es como querer seguir usando una vacuna que ya se ha comprobado que es inútil. Mejor haríamos en estudiar qué han hecho las sociedades en las que el delito registra mejores índices”, dijo la conductora de Telenoche.
La falsa pretensión de “objetividad” mediática es ya, figurita repetida. Pocos son los espacios que se dedican a profundizar, seriamente, temas tales como el analfabetismo económico, el trabajo infantil, la prostitución, la falta de vivienda, la desocupación, el clientelismo político, la mafia policial, etc. O bien porque son cuestiones demasiado trabajosas que nisiquiera garantizan buen rating o (más aún) por entrar en conflicto con los intereses de sus anunciantes.
En un comienzo, dicha declaración no parecía pasar de una tosca polémica generada dentro del mundo del espectáculo. No obstante, la estrafalaria anécdota dejó de serlo cuando acabó por movilizar a cientos de manifestantes, en distintos puntos del país, en razón del pedido explícito de pena de muerte.
Al respecto, el cantautor Alejandro Dolina sostuvo: “Esto coincide con un renacer de las derechas y de formas violentas de concebir la sociedad, que llegan acompañadas por modos curiosamente liberales de entender a la economía: por un lado se reclama libertad para enriquecerse sin límites, y por otro se pide mano dura ante los resultados de una sociedad perturbada. Las grandes desigualdades son saludadas con alegría, hasta que molestan. Es ilógico”.
Simultáneamente, en Lomas del Mirador sucedía otro tipo de marcha en reclamo de la aparición de Luciano Nahuel Arruga, quien se encuentra desaparecido desde el 31 de enero de este mismo año, luego de haber sido detenido arbitrariamente por personal policial. Pero eso, no se vio por TV.
Quizás, León Gieco no sabía que estaba aludiendo a Luciano cuando afirmó que referirse a la pena de muerte con tanta insistencia era un distractor que señalaba la presencia de dos cosas concretas: mucha pena y mucha muerte.
En medio de la discusión acerca de si es moralmente correcto institucionalizar la propuesta de Susana, no sólo se perdió el eje de la cuestión que, necesariamente, debe pasar por el cuestionamiento apropósito de la desigualdad estructural del sistema vigente sino que además se omitió difundir un acontecimiento que pondría sobre la mesa otro caso más de gatillo fácil (tema incómodo y poco redituable para el los sectores del establishment).
Ejemplo de este (llamémosle) “desvío”, constituye la aseada opinión de María Laura Santillán, periodista de canal 13, quien piensa la vida en términos de estadísticas que funcionan o no, suben o bajan. “Estamos ante uno de esos temas que ya no se discuten en el mundo. Aquellos Estados que aplican la pena capital no tienen menos delitos. No es que lo opine solamente yo: esto ha sido investigado y puede consultarse en la bibliografía específica. Es una cuestión objetiva, y negarla es como querer seguir usando una vacuna que ya se ha comprobado que es inútil. Mejor haríamos en estudiar qué han hecho las sociedades en las que el delito registra mejores índices”, dijo la conductora de Telenoche.
La falsa pretensión de “objetividad” mediática es ya, figurita repetida. Pocos son los espacios que se dedican a profundizar, seriamente, temas tales como el analfabetismo económico, el trabajo infantil, la prostitución, la falta de vivienda, la desocupación, el clientelismo político, la mafia policial, etc. O bien porque son cuestiones demasiado trabajosas que nisiquiera garantizan buen rating o (más aún) por entrar en conflicto con los intereses de sus anunciantes.
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