Hace algunas semanas, hizo su aparición Tiempo Argentino: un diario consciente de la crisis de credibilidad que atraviesa el mundo mediático y político en general. Sin ansias de solemnidad, el matutino perteneciente al multimedios del sociólogo y rabino, Sergio Szpolsky, asegura que “se puede leer”: una considerable apuesta que -como todas- conlleva en sí misma los gérmenes de sus propios riesgos.
Guiño de la historia para el que no cree en las casualidades, experiencia religiosa para los fieles, Tiempo Argentino renace al interior de una coyuntura de tironeos y disputas que se juegan, principalmente, sobre el terreno mediático, sitio a su vez ideal para informar, es decir, para “dar forma” a dichos conflictos (Nieto, Alfonso e Iglesias, Francisco, 1993: p 10).
“El arte de la guerra” sobre el campo periodístico
Algunos hombres de letras tales como Gabriel García Márquez (1996) o Rodolfo Walsh (1953), afirman que el periodismo es -ni más, ni menos- un género literario. Otros, como Vladimir Illich “Lenin” Ulyanov (1905), aseveran que lo propio del oficio recae en el hecho de constituirse en propaganda política. Por su parte, Noam Chomsky (2001) lo concibe como una forma de publicidad encubierta. Pero todo aquello no excluye ni se halla exento de lo que el General chino Sun Tzu, a quien se atribuye el legado más valioso sobre arte bélico, denomina “el arte de la vida”, esto es, “el arte de la guerra” (Sun Tzu, siglo V a. C.: p 3). Aprender del enemigo parece ser el arma que mejor garantiza a Tiempo Argentino, el cumplimiento de la estrategia necesaria para ganar y mantener a su audiencia -y en consecuencia, a sus anunciantes-.
“Que quede claro desde el comienzo: no somos el diario del Consenso de Washington ni defendemos postulados neoliberales. Somos un diario que nace defendiendo la nueva Ley de Medios, convencidos de que la argentina crece cuando más diversas son las voces que aportan al debate general” (Tiempo Argentino, mayo de 2010, p 4), señaló Caballero en una editorial publicada durante la semana de lanzamiento del diario.
En una clara alusión a su principal rival, Clarín, en tanto que representante de aquellos valores que el reanudado diario dice rehusarse de asumir, Tiempo Argentino se exhibe con un perfil de tono “progresista” semejante al de Página 12 y sale a la cancha alistándose detrás de las mismas banderas que reivindica el rotativo comandado por Ernesto Tiffenberg pero sin barajar la posibilidad de erigirse en su principal competidor. La razón es muy concreta: Tiempo Argentino apunta a ser masivo y popular, prescindiendo de arriesgar su nivel de ventas por un par de plumas refinadas capaces de relegarlo a un segundo plano. Por ende, prefiere adoptar las mismas tácticas que Clarín.
Asimismo, Tiempo Argentino desarrolla todos sus recursos y artimañas técnicas en redacción, estructuración y diseño de la información periodística en busca de un estilo presuntamente “objetivo”, midiéndose de ostentar su apoyo a un determinado sector político. Las pautas con las que se construye son las relativas al periódico independiente de información general que el teórico de la comunicación, Héctor Borrat, describe como los requerimientos de “dar señales –falsas o auténticas- del trabajo justo y equilibrado de los conflictos noticiables y del pluralismo de los comentario políticos” (Borrat, 1989, p 33).
¿Dónde está la trampa? Si se toma como referencia a sus primeros ejemplares, se constata que el diario jerarquiza como temas de portada, las mismas cuestiones que el resto de los medios de prensa masiva: la causa de las escuchas ilegales que involucran a Mauricio Macri, los festejos del Bicentenario, la culminación del torneo clausura que coronó campeón a Argentino Juniors. Sin embargo, no puede obviarse los tímidos signos de atención a cuestiones poco frecuentes en los grandes medios: “HAY 15 MIL PERSONAS SIN HOGAR EN LA CIUDAD” (Tiempo Argentino, 17/05/2010, pp 1-22-23), o “EXCLUSIVO: LA POLICÍA LO DEJÓ MORIR Y EL JUEZ LO ENTERRÓ COMO NN” (Tiempo Argentino, 22/05/2010, pp 1-32-34). ¿Un paso hacia distribución de la palabra? ¿Cómo se mide el grado de pluralismo al interior de un holding? ¿Es posible la diversidad de perspectivas que evoca Caballero en el actual mapa de medios?
El meollo del asunto recae en un punto vital: su composición económica. Si se atiende a que el diario pertenece al conglomerado de Sergio Szpolsky, uno de los empresarios más beneficiados por la pauta oficial en todos y cada uno de sus medios, la falsa independencia y la complaciente ilusión de “diversidad” cae por su propio peso. Tiempo Argentino se suma al siguiente listado de empresas: el canal de noticias CN 23, la LR9 Radio América, los diarios Buenos Aires Económico, Buenos Aires Herald, Diagonales, Miradas al Sur, El Argentino y las revistas Veintitrés, Veintitrés Internacional, Newsweek, 7 Días, Asterisco y Contraeditorial (disponible en www.elargentino.com).
Precisamente, uno de los mayores desafíos que atañe al medio yace en el grado de veracidad de los relatos que construye. Y, no es menos cierto que en la mayoría de las notas se recurre a fuentes -tanto fotográficas como textuales- provenientes de sectores afines al kirchnerismo: ministros de gobierno, agrupaciones políticas, movimientos sociales y de derechos humanos. No obstante, Tiempo Argentino también da cierto lugar a voces derivadas de distintas instituciones y movimientos sociales disidentes de la prédica oficial. Sin embargo, no delega el micrófono: coordina ese coro amplio pero armónico de opiniones mientras borra con el codo las marcas que lo evidencian como actor político (Borrat, 1989).
Además, utiliza ilustraciones de gran tamaño, en su mayoría protagonizadas por dichas fuentes y dedica gran cantidad de espacio a temas sociales, policiales, deportivos y de espectáculos al interior de un clásico ordenamiento de secciones, con una evidente preferencia por el ámbito nacional. Y, si bien a estos dos últimos -deportes y espectáculos- otorga un suplemento diario muy parecido al de Clarín, quizás la particularidad devenga del área de investigación, la cual recoge del semanario Miradas al Sur lo mejor del “estilo Barragán”. Con todo, al pretender abarcar un público vasto, la información que brinda tiende a no irse mucho hacia los bordes. Después de todo, no podría existir periodismo sin investigación ¿O sí?
De esta suerte, no se puede decir que Tiempo Argentino sea una caja de Pandora, ni mucho menos: no es que no anhele imbuirse con los dotes de la persuasión, la belleza y la música que acariciara la diosa creada por el supremo Zeus (Fuente: www.alfa913.com.mx), sino que no se propone irrumpir con grandes hallazgos capaces de sobresaltar las costumbres del público lector: simplemente quiere “entrar en sus corazones” (Tiempo Argentino, mayo de 2010, p 4), así – afirma Caballero- sus “sueños estarán cumplidos” (Tiempo Argentino, mayo de 2010, p 4). Para ello, el director del matutino “jura” a la audiencia que no va a utilizar “un oficio noble como el periodismo para defender sus intereses políticos y comerciales” sino que va a “intentar lo opuesto” (Tiempo Argentino, mayo de 2010, p 4). Así, Caballero cierra el baúl y apaga las dudas de una sociedad que baila al son de Os Paralamas, desengañada de tintas escurridizas.
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