El diario La Prensa y los “fundamentos de un buen gobierno”

Posted on Thursday, March 18, 2010 - 0 comments -


En las posimetrías del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear, líder de la fracción antipersonalista de la UCR, asumió la presidencia de la nación, secundado en la vicepresidencia por Elpidio González, jefe de policía durante el caducado gobierno. Hete aquí, la mirada del diario La Prensa acerca de la gestión del gobierno saliente y las implicancias que traería aparejada “la transmisión del bando”, efectuada un 12 de octubre de 1922.


La coyuntura política: “azules” vs. “grises”

Si bien Marcelo T. de Alvear pertenecía al mismo partido que el removido mandatario y pese a que el entrante presidente contó con el apoyo del propio Yrigoyen, al interior de la Unión Cívica radical (UCR) se habían conformado dos líneas políticas opuestas: la fracción personalista conocida como los “grises”, que apoyaba la gestión de gobierno de Yrigoyen y la antipersonalista o “azules”, encabezada por Marcelo T de Alvear.

La diferencia entre ambos segmentos políticos radicaba en sus distintas bases de sustentación social: Yrigoyen contaba mayormente con el apoyo de los sectores medios de la sociedad; Marcelo T. de Alvear, en cambio, pertenecía a la elite porteña y en razón de su cargo como embajador en Francia se había ausentado del país y permanecido ajeno al predominio político en el seno de la UCR. Por ende, la influencia de Yrigoyen continuaría teniendo un peso importante en el seno del partido y Elpidio González, un hombre de su plena confianza, le aseguraría cierta concertación de poder.

No obstante, ambos gobiernos no sólo distaron de semejarse sino que además, la disputa entre los bandos personalistas-antipersonalistas obstaculizó el cumplimiento de los objetivos políticos impulsados tanto por uno como por el otro grupo.


La concepción política de La Prensa acerca de la administración publica

Durante la semana previa a las elecciones, el diario La Prensa manifestó su preocupación acerca de "los fundamentos de un buen gobierno" e indicó que, en las democracias y en las repúblicas que practican el régimen representativo, aquella elección de hombres constituía un acto “fundamental”. (La Prensa, 09/10/1922).

Si bien el matutino exhibía su “esperanza” en que la nueva gestión de gobierno le devolvería al país la “política de respeto, de armonía, de tolerancia, iniciada en 1910, de concordancia estricta con las disposiciones legales y constitucionales, de estímulo para todas las manifestaciones saludables del progreso público, de garantía para el ejercicio de todos los derechos políticos, de elevación del concepto de los partidos cívicos” que –sostenía- habían “desaparecido totalmente bajo el último período gubernativo”, consideraba además que, los asuntos políticos debían quedar en manos de profesionales ilustrados: “Elegir hombres para llenar con ellos las funciones del gobierno es una de las cosas más difíciles, y por ser tal sabiduría, los aciertos revelan por la suma de habilidad, de tino, de cordura en el Presidente que los eligiera, una capacidad especial, de gran merecimiento en todo hombre de Estado”. (La Prensa, 09/10/1922).

Así, La Prensa se refirió con cierto optimismo al recambio presidencial no tanto por el ala partidaria que arribaba al poder sino, sobre todo, en razón de la que lo desertaba: “Hoy termina el período presidencial iniciado el 12 de octubre de 1916, período que marcó varios de los momentos más duros, en los últimos tiempos, para las instituciones públicas”. El gabinete político de Alvear, quien había ganado con el 47,5 por ciento de los votos, sería desde la perspectiva de La Prensa el encargado de “reconstruir todo lo que ha sido destruido, y sobre todo, hacer del gobierno lo que debe ser, función legal de clara comprensión, de ecuanimidad y rectitud en los medios y en los fines”. (La Prensa, 12/10/1922).


El balance de La Prensa acerca del período yrigoyenista

El día de la contienda electoral, el matutino de José C. Paz, publicó una serie de análisis y reflexiones acerca del período presidencial de Yrigoyen en los cuales culpó a los responsables del “fracaso” de la etapa de gobierno que terminaba: “Los decires más generalizados indican que el fracasado en el período, es el señor Yrigoyen, y nadie más; pero es un error. Como el ‘señor’ Yrigoyen se va, a los políticos les parece fácil colgarle el sombrerito y hacerlo único responsable de los malos sucesos: de que la saludable evolución iniciada en 1912 haya sido perturbada con pasiones de odio y preferencias de grupos; de los atropellos personalistas, de las burlas a la constitución; de un visible desequilibrio en el juego regular de los poderes institucionales, que todos hemos observado. Pero nosotros no estamos conformes con esa opinión ni dispuestos a subscribir a un juicio semejante. El desprestigio que comporta el fracaso, corresponde por igual al Presidente, a sus ministros, al partido que lo elevó y que luego se desorganizó huyendo del cumplimiento severo de sus deberes de control y de verificación de credo y principios sustentados; del Congreso que llegó a tolerar que la amenaza entre en el recinto, en sus maneras de actuar como colegisladores. Y ahora son responsables muchos miembros del poder judicial por omisiones unos, y otros por haber aceptado papeles regeneradores políticos a espaladas de textos legales”. (La Prensa, 12/10/1922).

Las principales críticas de La Prensa a la administración de Yrigoyen radicaron en las veinte intervenciones federales producidas en doce provincias, la concentración de medidas y disposiciones emanadas desde el poder ejecutivo y las “irregularidades” en el gasto público.

Dichas intervenciones se habían implementado en razón de haber devenido fraude en las elecciones provinciales. Aquello –sostenían los radicales personalistas- negaba el derecho de autodeterminación de los pueblos pues mantenía en el poder a gobernadores ilegítimos. Pero además, garantizaba al radicalismo representatividad en las provincias, en las que hasta el momento de las intervenciones, era minoritario. Sin embargo, tanto en el gobierno de Alvear como en los que le sucedieron, el radicalismo logró el triunfo de sus candidatos en la mayor parte de las provincias intervenidas.

Al respecto, La Prensa entendía que con el “imperio de la intervención” se había producido un “yerro gravísimo e injustificable” que violaba los principios institucionales puesto que sólo cinco de ellas habían contado con la aprobación del Congreso Nacional (donde el radicalismo no era mayoritario): “No hay memoria desde que el país se organizó constitucionalmente hasta hoy, de que un gobierno haya transgredido con mayor empeño, violencia e insistencia, las cláusulas constitucionales que aseguran la autonomía política de las provincias y las que determinan las condiciones únicas en que es posible la intervención en ella del poder federal que el gobierno que hoy desaparece”. (La Prensa, 12/10/1922).

No obstante, es preciso aclarar que, según la Constitución Nacional, las intervenciones federales gozan de carácter legal pues tienen la finalidad de “garantir la forma republicana de gobierno, o repeler invasiones exteriores, y a requisición de sus autoridades constituidas para sostenerlas o restablecerlas, si hubiesen sido depuestas por la sedición, o por invasión de otra provincia”.

(Artículo Nº 6 de la Constitución Nacional de la República Argentina)

Dicho diario, también le reprendió al anterior gobierno, la “ineficacia administrativa” y el otorgamiento de préstamos a corto plazo que éste había efectuado como dispositivo de financiación del gasto público: “Financieramente no puede considerarse próspera la situación con que se encontró el gobernante que termina hoy su mandato del 12 de octubre de 1916. Pero si no era próspera tampoco era desastrosa. Se puede decir entonces que el mecanismo económico del país todavía no repuesto del sacudimiento de la guerra europea necesitaba el impulso viril que le imprimiera el movimiento acelerado de mejores tiempos. Esa debió ser la tarea de los nuevos gobernantes, pero éstos no lo entendieron así. El poder ejecutivo se redujo a dejar constancia de la forma en que recibió el tesoro y la administración pública y a protestar contra los gobiernos del régimen con palabras del más subido tono. Quizás llegase a pensar que la administración pública podía ser pagada con promesas y la administración de la deuda con declaraciones altisonantes sobre la nueva era que se iniciaba en oposición al pasado al que se atribuía la exclusividad de todos los errores perdiendo un tiempo precioso en buscar acusaciones que lanzar a los hombres y a los gobiernos del régimen. (…) Los sueldos de la administración comenzaron a ser pagados con préstamos a corto plazo contraídos bajo el apremio de las circunstancias y algunas veces bajo las condiciones más onerosas. Con préstamos a corto plazo se pagaron otros préstamos de igual índole, las amortizaciones de la deuda y los gastos fuera de presupuesto por acuerdos de gobierno en que se embarcó desde el primer momento el poder ejecutivo”. (La Prensa, 12/10/1922).

Por otra parte, dicho diario también apuntó contra la “voluntad providencial” del poder ejecutivo que “procuraba subordinarlo todo a sus decisiones.” Al respecto, reseñó: “Las exposiciones del pensamiento providencial lucha en formas esotéricas mezcladas de misterio, confusionismo, amenaza, imprecación partidaria. Sólo fueron aceptables para los que quisieron allanarse al logro de sus deseos o de sus ambiciones y esos allanamientos si señalan sacrificios espirituales y personales, quiebras de hombres en los cuales la opinión confiaba, son aparte de lo que significaban el orden de las personas, verdaderas pérdidas para la opinión por el ejemplo que sentaban. Se equivocaron, sin duda, y muy gravemente, pero no podían borrar los efectos en las masas de esas equivocaciones con los endosos y resonantes ataques de hoy”. (La Prensa, 12/10/1922).

El fuerte tinte antiyrigoyenista de dicho diario, también se expresó en el reproche acerca de la “falta de libertad de propaganda y de reunión.” “El gobierno personal que cifra su gloria en el mando, en el imperio, y no en el respeto de las fuerzas libres de la opinión. Y el gobierno personal, con sus apariencias de poder, es en realidad el más frágil de todos, porque asumiendo su jefe toda la responsabilidad atrae sobre sí todas las críticas, todas las censuras, todos los descontentos y todas las agresiones.” (La Prensa, 12/10/1922).

De esta manera, La Prensa daba a bienvenida al reciente presidente al que “sin prejuicio de apreciaciones” habría de “estudiar a medida que vaya produciendo actos” y se mantenía a la expectativa del “ignorado” estilo de conducción política: “(…) El día de hoy marca una fecha auspiciosa para las instituciones públicas argentinas. No podemos saber lo que viene adelante pero precisamente porque es desconocido corresponde abrigar la esperanza de que se abre un período presidencial que dará a las instituciones el brillo y la eficacia que ellas deben tener para presidir debidamente el concierto de las actividades morales y materiales de la Nación” y, a su vez, “concluye un período que marcó varios de los momentos más duros en los últimos tiempos, para las instituciones públicas”. (La Prensa, 12/10/1922).


En síntesis

En relación con los distintos modos de conducción que emergieron de las distintas fracciones partidarias gestadas lentamente al interior de la UCR, La Prensa, un periódico que desde su fundación -un 18 de octubre de 1869- ha conservado su vitalidad e influencia no sólo en nuestro país sino también en el resto del globo, se manifestó en oposición a las medidas desarrolladas durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen. De esta manera, La Prensa expresó una fuerte preocupación “constitucionalista” por el manejo del poder en manos del ejecutivo y un marcado rechazo hacia la manera en que el gabinete de Yrigoyen administró las finanzas públicas.

Sin llegar a definir claramente su posicionamiento frente a los radicales antipersonalistas, dicho periódico prefirió esperar a que se iniciara la gestión de gobierno de quienes habían triunfado recientemente en las urnas, a través de la candidatura de Marcelo T. de Alvear-Elpidio Gonzáles. El comportamiento de La Prensa frente a la fase que se iniciaba consistió más en despotricar contra el “fracaso” del gobierno saliente y menos en hacer explícito juicio alguno sobre el gobierno venidero.

There has been 0 Responses to 'El diario La Prensa y los “fundamentos de un buen gobierno”' so far